Es jodidamente mona. Con el pelo corto, muy corto. Negro y corto. Nariz pequeña, como los ojos.
Es jodidamente mona. Llega tarde, la veo y no sé qué pensar. Sólo la miro y susurro: “es jodidamente mona”.
Y su acento al hablar español. Tan inglesita, menudita, moderna. Tan poquita cosa...
Es jodidamente mona.
No podría besar algo tan pequeño, se quebraría, ensuciaría.
Quebranta y censura la vida y el progreso del ser humano.
Por más que abra la ventana habrá alguien mordiéndome el cuello. Habrá alguien intentando arrancarme las pestañas.
Quiere que sea la mejor en algo que ni siquiera sé si sé hacer. Y yo sólo quiero desatarme y saltar por la ventana.
Hoy sólo me apetece gritar. Hoy sólo quiero salir corriendo.
She’s running out, she run, run, run..., que dirían Radiohead.
Aunque el hilo que me mantiene con vida se esté destensando y las sábanas estén ardiendo, parece que nada es suficiente.
El hielo se ha apoderado de la habitación y ahora el deseo se ha disfrazado de amistad.
Y a mí me apetece terriblemente un bukkake.
boomp3.com
La radio me despierta con Tom’s Diner, de Suzanne Vega, y por un momento no sé qué hago aquí. Creo que ni siquiera sé quién soy; es tal la resaca que con sólo mover un poco la cabeza siento que se balancea ebrio mi cerebro. Es algo insoportable.
En el suelo hay el envoltorio de un condón y yo estoy con una camiseta, asada de calor, y sin ropa interior. Pero estoy sola, como debe ser, y aunque no me arrepienta demasiado de lo que ocurrió, no puedo evitar sentirme como una auténtica puta y avergonzarme por ello... En cierta manera.
Está todo patas arriba. Él se fue enfadado porque dije “no puede ser” quizás demasiado tarde, y me ha dejado sobre la encimera de la cocina todas las servilletas de mi compañera de piso manchadas con su semen. Puede que sea lo justo, aunque hubiera preferido encontrarme con un fajo de billetes en lugar de con eso, pues ya que se trata de hacerme sentir como una perra, mejor como una puta que como una guarra barriobajera.
Es algo así como etéreo,
no encontrar la belleza ni en las letras ni en el trazo.
Es algo así como blanco, resbalando por la cuenca de lugares declinantes, en un vacuo estado de libre sumisión.
Es así como el monte sin verde el camino que se cuece entre espumarajos de combustible.